lunes, 9 de marzo de 2009

Termoelètrica


¿Dónde Está el Artista?
A principios de Octubre de 2007, en la mañana de un sábado, a eso de las once de la mañana, un minibús estacionó en la Calle Uno Poniente y rápidamente descendieron niños, mujeres jóvenes, ancianas y hombres de distintas edades. Portaban pancartas con leyendas oponiéndose a la instalación de una central termoeléctrica a carbón, en una zona costera próxima a Constitución.
Alguien del grupo, que rápidamente se reunificó para marchar por la Calle Uno Sur, me entregó un volante.
El papel utilizado era de poco gramaje y similar al que utilizan las campañas políticas con presupuesto reducido.
Ese naciente movimiento ciudadano derivaría en un gesto opositor que bien podría dejar pálida a cualquier obra del Burning Man Festival, pues construyeron el ataúd más grande del mundo. Lo emplazaron verticalmente en la playa donde el gobierno autorizaría la construcción de la central.
En una de las caras del ataúd monumental, con nítidas letras blancas, se lee:
“ PRESIDENTA: Ud. Decide a Quien Sepulta”.
Leyendo el panfleto, y luego de observar la entusiasta disciplina de los integrantes del colectivo, capté que había observado a un movimiento ciudadano que, para defender su causa, no aceptaba la desmovilización.
Semanas más tarde, cuando plantaron el ataúd monumental en la playa. ratifiqué mi intuición del repliegue de los artistas visuales y de que ese objeto definía una evidente manifestación del arte social. Y ese movimiento ciudadano podría pasar por una escultura social en cuanto movimiento ciudadano cuya actitud da forma a una conciencia.
Del repliegue social de los artistas visuales: a mediados de los ochentas, en un ejemplar de la revista Humboldt, circuló una reproducción de una pintura, probablemente ejecutada en los setentas, titulada “¿Dónde Está el Artista?”. El cuadro recrea un taller donde en el segundo plano se observa una ventana abierta de par en par. Por allí se divisan las pancartas de una manifestación. En la habitación, en el costado izquierdo, se observa un atril de pintor con una tela blanca dispuesta para su utilización.
El día sábado 18 de noviembre en el improvisado cierre dispuesto en la vereda norte de la calle Uno Sur, entre la Tres y la Cuatro Oriente, descubrí varios afiches que invitaban a un foro en el Centro de Extensión de la Universidad Católica del Maule. El afiche contenía cuatro fotografías y estaba impreso en un papel couché de óptima calidad. La invitación consistía en analizar el problema ecológico, Los Derechos Humanos y la Economía Sustentable
Asistí al foro el día Jueves 23 de Noviembre. Llegaron casi treinta personas. Reconocí a algunas integrantes de un colectivo feminista.
Minutos antes del comienzo, se sentó a mi lado Lisandro Roco, profesor de biología. Me dijo que estaba trabajando en la Fundación CRATE. Hace dos años fuimos compañeros de trabajo en el mismo colegio.
Presentaron a los panelistas. El representante de Amnistía en Chile, una docente ingeniero forestal de la UCM, una psicóloga de una Ong y un profesor, que lidera el colectivo que se opone a la construcción de la termoeléctrica. En el tema convocante ese profesor era el único panelista que no estaba adscrito a instituciones, como el resto de los panelistas.
Los primeros tres panelistas expusieron conceptos y cifras frente al tema y respetaron el tiempo de exposición. El timbre de voz de estos participantes se mantuvo medianamente bajo. Cuando le tocó su turno al profesor, el volumen de la voz aumentó. Su exposición excedió los tiempos del foro. Enunció el viaje en la defensa de un territorio, que cualifica como un alfabeto de la resistencia civil:
A.- Como cualquier habitual lector de un periódico se informa acerca de la construcción de la termoeléctrica. B.- Se reúnen en casa de un vecino dieciséis lugareños, impactados por la noticia. C.- reúnen información y se enteran de los plazos para hacer indicaciones a la iniciativa del grupo empresarial que se ha adjudicado la construcción de la central. D.- Ingresan a Internet y se enteran que antes de sesenta días deben hacer las observaciones. Ninguno tiene capacitación para hacer observaciones técnicas, sólo les anima el amor a su territorio y su paisaje. E.- Descubren que forma parte del directorio de la empresa que construirá la central, a quien fuera un importante personero del primer gobierno concertacionista. F.-Acuden a la Municipalidad de la localidad afectada por el funcionamiento de la central, y la primera autoridad alcaldicia se desentiende del problema y minimiza el impacto ambiental por venir. No aporta información relevante G.- La prensa se muestra indiferente a sus peticiones de investigar y denunciar. H.- Se desplazan a las ferias libres y a la Fiesta de la Candelaria para mostrar su disconformidad y alertar a la población lugareña. I.-Entre los paisanos buscan profesionales. Los días pasan y se acortan los plazos para presentar observaciones. J.- Ninguna universidad regional les ofrece algún tipo de apoyo. K.-Cuatro días antes de expirar el plazo, entregaron seiscientas observaciones. L.- Viajaron a distintas localidades para denunciar e informar. M.- Deciden construir el ataúd más grande del mundo, de manera de llamar la atención de la prensa. N.- Llega la televisión ante el suceso y emite la noticia durante veintiocho segundos. O.- Tratan de convocar los diputados y senadores de la zona y el distrito: no estaban ubicables y de ellos no hubo presencia. P.- Después de un año de movilización crean la Corporación de Defensa de la Costa del Maule. Q.- Entonces, llegó el senador Avila. R.- El diputado Lorenzini nunca apareció. S.- El profesor Julio Gonzáles, Presidente de la mencionada Corporación, ejerce la docencia en San Fernando y hasta la fecha del foro viajaba con frecuencia Cauquenes y Chanco para continuar su protagonismo en esta versión de una saga liliputiense.
En el instante que la moderadora ofreció la palabra a la audiencia, me retiré. Caminé por la calle Uno Poniente y a esa hora el alumbrado público delineaba la mezquina arquitectura de las viviendas. La noche parecía más oscura. Recordaba el dato entregado por el señor Julio González: la termoeléctrica será la más grande de Latinoamérica y, al entrar en funcionamiento, con toda seguridad destruirá la fauna, la flora, el paisaje, las fuentes laborales asociadas a la pesca artesanal, el incipiente turismo y la salud de los habitantes del sector del emplazamiento.
En los casi noventa días posteriores al foro, uno percibe la tibia intervención de los políticos y no se sabe a ciencia cierta acaso la maquinaria licitadora estatal se ha detenido. Y se desconoce el nombre del artista anónimo que desafía al poder con el izamiento del ataúd más grande del mundo. Ese caliente involucramiento no ha llevado a adherir a los artistas conocidos y reconocidos del circuito local. Entonces, viene bien acordarse de la interrogante: ¿Dónde Está el Artista?

1.- (Fotorreportaje publicado en el Diario El Centro el día 14 de Enero de 2008)

Concierto


13 de Enero DE 2009.- Concierto Dúo de Guitarra y Canto.
Ilse Simpfendorfer y Alberto Pérez.
Sala Emma Jauch,
Centro de Extensión de la Universidad de Talca.
A las 20:00 horas la audiencia, alrededor de medio centenar de personas, en espera está compuesta por personas de la tercera edad, melómanos que se conocen entre sí y seguros asistentes a los conciertos que se ofrecen en Enero y aparentemente son vecinos del sector residencial próximo al Centro de Extensión.
Las sillas las han dispuesto en tres grupos y enfrentan el mural Chile que ocupa la extensión del muro norte, dejando un limitado espacio como escenario. En la última corrida de sillas distingo a Roberto Aravena, el Amigo del Arte. Me dice que en esos mismos instantes en otro centro universitario exhibirán la película Brasil. Me pregunta si la he visto. En un teatro independiente presentan una obra, agrega. El no sabe si quedarse o partir a una de las dos actividades.
Entre los asistentes no se encuentra la Directora del Centro, María Teresa Guerra. Es una extrañeza, porque siempre está recibiendo al público. Cada vez que se ofrecen recitales los dípticos informativos están puestos sobre las butacas o las sillas; esta vez hacen entrega de un ejemplar cuando el espectador ha tomado asiento. Me llega uno y al leerlo descubro una novedad: entre el texto del curriculum aparece el teléfono de los intérpretes, la dirección de su domicilio y su correo electrónico y escuetamente se lee que esa información es para su contratación. Estos datos no son habituales. No tengo registro en mi memoria de algo semejante.
La conversación con el Amigo del Arte ha derivado al tema del amor y las dificultades con las mujeres jóvenes actuales. Según Aravena sólo se preocupan del carrete, no son fieles y si el varón no dispone de dinero no hay expectativas de continuidad. Le replico que sus probables dificultades estriban en que él es muy exigente y lo invito a contemplar las mujeres presentes, cosa que a él no le parece.
Antes que lleguemos a cualquier conclusión, ingresan los intérpretes. Ilse Simpfendorfer lleva un vestido negro de una pieza y –curiosidad en una cantante, que la diferencia con las que han participado en temporadas anteriores- sobre su hombro izquierdo sujeta un chamanto con su mano derecha. Alberto Pérez viste una ancha camisa blanca, tipo guayabera, con lo que desplaza la formalidad en el vestir que uno suele presenciar. Dice que interpretará una tonada, que luego se centrará en su presentación y en un segundo tiempo Ilse hará su propia actuación. Luego saca de su guitarra los acordes de una tonada e Ilse descubre un pañuelo blanco que había ocultado bajo el chamanto y, mientras canta Alberto Pérez, y lo agita en su mano para hacer el delicado movimiento de la cueca. Terminada la pieza musical, ella se retira de la sala.
A continuación, Pérez interpreta canciones en francés y en español. Canta canciones de Violeta Parra. Interpreta canciones propias, musicalizadas a partir de poemas de poemas de Pablo Neruda. Entre las canciones, cuenta con una naturalidad propia de un encuentro con un cantautor en un pub, que se hizo ciudadano suizo tras haber arribado a su exilio, que cumple las funciones de concejal y, dado su dominio de tres de los cuatro idiomas que se hablan en Suiza, hoy él es quien acredita las solicitudes para obtener esa ciudadanía. El dominio de al menos uno de los idiomas es requisito insalvable.
La audiencia se empieza a distender y a los comentarios humorísticos de Pérez (‘Ahora cuando vengo, veo una acequia y me emociono. Allá no hay acequias’) se escuchan risas y breves intentos de interlocución espontánea. El cuenta entre sus anécdotas el encuentro con Charles Aznavour, ‘un viejito chico y canoso’, el mismo día en que oficialmente le entregan la ciudadanía suiza. Para celebrar este esperado acontecimiento, en un recinto comunitario han organizado un sencillo cóctel. Sentado en un extremo del salón, Pérez reconoce a Aznavour. Se acerca, y le comenta que él había asistido a ver sus presentaciones en Chile, antes del setenta y tres. Aznavour lo mira y exclama: ¡Ah, usted es chileno!’ .Cuando escucho esas anécdotas, observo que ha llegado la directora del Centro y se ha sentado entre el público y no en primera fila, como siempre suele hacerlo.
Entre anécdotas e interpelaciones y humor, la decena de canciones se disfrutan en una atmósfera inusual. Antes que termine su presentación, el Amigo del Arte se retira.
En la última interpretación, Pérez anuncia que habrá un receso de cinco minutos y luego Simpfendorfer ingresará para hacer su presentación. E informa que ésta es la primera vez en que hacen una presentación juntos.
Nadie se mueve de su asiento y se percibe que el lapso transcurre rápido.
Cuando se reinicia la presentación, Ilse Simpfendorfer ingresa nuevamente y esta vez viene ataviada con las joyas mapuches tradicionales, el trarilonko, adornado con las cintas de los colores de la bandera mapuche, y un sikil de tres cadenas. El público está sorprendido y admirado. Ella dice que interpretará tres canciones en mapudungun, acompañada de pérez en la guitarra, aclarando que no es rigurosa en cuanto interpretación porque el canto debe ser a capella, y previamente traducirá el mensaje de cada canción. La interpretación que hace enseguida está dentro del estricto canon del canto lírico. La audiencia escucha en un silencio de alta reconcentración. Y es la primera vez que escucho una pieza musical en mapudungún en la programación de la extensión universitaria. Luego, canta piezas operáticas, haciendo una breve introducción.
En la penúltima interpretación, cantan a dúo la tonada a Manuel Rodríguez, con letra de Pablo Neruda.
Lo que viene a continuación no es la guinda de la torta: Pérez anuncia que cantarán a dúo una canción-homenaje a ‘otro guerrillero, al Che Guevara’. El semblante de la directora del centro de extensión mantiene una sonrisa imperturbable, pero a la piel de su rostro la domina una coloración rojiza. Y se largan a cantar un son cubano… “tu entrañable transparencia, comandante Che Guevara…”
Los asistentes aplauden cuando se retiran y siguen aplaudiendo con igual brío y los cantantes no pueden traspasar el umbral de la sala Emma Jauch, como si el brío de los aplausos fuese un cálido obstáculo. Y vuelven a ubicarse en el improvisado escenario y en ese silencio agradecido de los asistentes indican que interpretarán la canción que dice: “Se equivocó la paloma, se equivocaba…”.
Se retiran definitivamente y los aplausos se distancian, pero, a diferencia de otros conciertos, se produce espontáneamente una proximidad física, porque el público sale detrás de los cantantes y, al encontrar cerrada la puerta de la oficina de la dirección, la gente los alcanza, estrecha sus manos, los felicita y agradece sus canciones. Cuando me acerco, Pérez me dice: ‘¡Estoy emocionado de verdad!’. No tiene para qué decirlo porque la cortina húmeda en sus ojos ha puesto brillo en su mirada. Ilse Simpfendorfer sonríe y agradece cada gesto de aprecio que hombres y mujeres le manifiestan atropelladamente.
La pregunta acerca de qué gatilló un comportamiento proactivo en el público, usualmente formal y contenido, queda rondando. Pudo ser el hecho de que Pérez comunicará abiertamente la faceta de enamorados que ambos viven por estos días. Pudo ser el rango performático decoroso que asumió Ilse Simpfendorfer cuando interpretó los tres cantos mapuches. Pudo ser la abierta exposición de la cultura musical del exilio y el homenaje al máximo icono izquierdista. Pudo ser que lo autóctono superó lo internacional culterano en la apreciación artística que hiciera el público.

domingo, 8 de marzo de 2009

Desmontaje


Sábado 15 de N0viembre de 2008
Inicié mi salida a Curicó a las 10:15 horas desde el rodoviario Lorenzo Varoli. Mi llegada al terminal de buses curicano fue a las 11:15 horas. Preguntando a tres personas llegué hasta el Mercado. Cuando preguntaba a los transeúntes o dependientes de pequeños locales comerciales, y seguía caminando por calles desconocidas, tratando en cada bocacalle de divisar el Cerro Condell para retomar una orientación urbana, me acordaba de un tío, al que vi en dos ocasiones, que se había desempeñado toda su vida como cartero en Curicó. Supimos que había jubilado en ese servicio. El era muy formal y amable en el trato. Seguramente conocía al dedillo cada rincón de la ciudad. Con mis hermanos asistí a su funeral, que ocurrió dos años después del fallecimiento de mi madre, una de sus dos hermanas. Por uno de mis hermanos mayores me enteré de la razón del distanciamiento familiar: mi madre nunca le perdonó que se hubiese entrometido en sus problemas conyugales, tomando partido por la versión del conflicto que le entregó mi padre. Mi padre lo visitaba con frecuencia durante el periodo, unos cinco años, en que se desempeñó como rondín en la estación de ferrocarriles de Curicó. Yo tenía nueve o diez años y varias veces lo acompañé. Yo despertaba en medio de la noche, en el vagón habilitado como habitación, y lo observaba transcribir caligráficamente letras de tangos, boleros y poemas.
Los cuadros estaban en perfecto estado. Lo mismo el objeto expuesto sin la protección de un vidrio. No había deterioro evidente y la vigilancia había dado buen resultado. La cortina, de la que habían pendido los cuadros, no mostraba roturas ni manchas
Allí, la muestra la cuidaba Fabián, estudiante que cursa el segundo año de la carrera de agricultura en la Universidad Católica del Maule, cuya sede está en la ciudad de Curicó. Le planteé que, según instrucciones de Brenda Sandoval, todos los cuadros, objetos y demás materiales debían ser almacenados en su casa, desde donde se retirarían el día lunes. Su casa es un hogar universitario que lleva el nombre del sacerdote católico que lo creó. Se manifestó preocupado cuando cayó en la cuenta que eso implicaba transportar un cubículo de base cuadrada de unos cuarenta por cuarenta centímetros y una altura de un metro, una silla plástica, los cuadros y los siete polines. La casa dista unos cinco cuadras Lo tranquilicé diciéndole que la solución era contratar un radiotaxi, u otro vehículo de similar capacidad.
Le pregunté cómo se había adjudicado el pituto de trabajo como cuidador de la muestra. Dijo que el hogar universitario siempre trabajaba con la Corporación Cultural de Curicó, que está les daba pegas susceptibles de realizar por los estudiantes.
Comencé por cortar el hilo plástico, cortar los alambres que sujetaban los marcos más pesados, el travesaño del armazón y desanudar los alambres enrollados en torno a los polines verticales y al horizontal. Fabián se dedicó a envolver los cuadros y objetos ocupando para tal efecto papel periódico que yo había llevado. Amarraba con un hilo plástico reciclado que también le entregué. Toda esta operación la ejecutaba en cuclillas en el embaldosado del acceso al Mercado. Al mover el cubículo, descubrimos cajas unipersonales de envases de jugos y servilletas arrugadas
Al poco rato llegó otro compañero del hogar universitario. También es estudiante de agricultura en el mismo centro universitario, pero el cursa el cuarto año de la carrera. Con su ayuda destrabé el armazón de madera y la cortina.
No recuerdo en qué momento se hizo presente Brenda Sandoval. Me dijo que venía de supervisar otras obras expuestas en la Feria. Acordamos que me haría llegar el registro del audio del seminario realizado la noche anterior. Después acordamos que yo le entregaría vía e-mail los datos de una cuenta bancaria. Antes me había dicho que el monto a cancelarme, no podía tenerlo en ese día en efectivo, porque la oficina estaba cerrada y no recuerdo qué impedía contactar a una encargada de las finanzas.
No teníamos ninguna información que agregar en esos minutos y nos despedimos. Caminó con uno de los estudiantes hasta la oficina del administrador del Mercado. Al regreso, dijo que en ese local guardáramos los materiales y obras. Los universitarios trasladaron el cubículo, la silla, los cuadros y los polines. En la oficina, Fabián acomodó los cuadros de pequeño formato en el interior del cubículo. Cada cuadro, lo mismo que el par de frascos de conserva, lo envolvió con admirable prolijidad y cuidado. En la pequeña oficina todo quedó instalado entre el cubículo negro y la mesa que ocupa el administrador.
Salimos los tres del Mercado. Me despedí del segundo universitario. Con Fabián caminamos hacia el terminal de buses, porque él se dirigía en esa dirección. Le comenté que había observado la nula presencia de flyers de tocatas de rock pegados en los muros. Para mí daban cuenta de la inexistencia de grupos de rock locales. Le pregunté cómo eran los fines de semana en Curicó. Dio una respuesta desganada. Le dije ‘los fines de semana tú te dedicas a estudiar nomás’. Sí, dijo. Caminamos entre una docena de alcohólicos de mediana edad arracimados en la vereda. Unos, ebrios, permanecían sentados, apoyando la espalda en la pared. Al aproximarnos a ellos, le dije a Fabián que pasaríamos entre una Corte de Príncipes Macheteros. El se sonrió y dijo que esa parte de la ciudad era un barrio venido a menos. Al acercarnos, nos pidieron una moneda de cien pesos.
Durante la caminata al terminal de buses, me preguntó cuantos años llevaba pintando. Intensivamente, cinco, le dije. Ha avanzado harto, comentó. Yo le había preguntado acaso había tenido Artes Visuales en su enseñanza secundaria. Dijo que sí, y se acordaba del nombre de su profesor. Durante el trayecto le pregunté que había pasado con lo aprendido en su asignatura de Artes, si acaso había seguido dibujando o pintando. No, nada, dijo. Le dije que mi sospecha era que su afición al fútbol había desplazado el interés por el cultivo del arte. Hizo una afirmación moviendo la cabeza. En una esquina del terminal nos despedimos.
Abordé un bus que salía a las 13. 15 horas. Mientras el bus recorría las estrechas calles y doblaba esquinas angulosas en dirección a la Alameda, recordé a mi tío curicano. Recordé su sonrisa, sus modales educados, su figura flaca, su baja estatura. La segunda visita que hizo al hogar de mis padres ocurrió en los meses de agonía de mi madre. Seguramente el enojo juvenil, a esas alturas de la vida, había dado paso a una reconciliación no volcada al lenguaje.