sábado, 21 de mayo de 2011

La Loba Capitolina


A pocos días del terremoto, un compañero de trabajo nos alertó de un probable desperfecto imprevisible en las viviendas que no colapsaron. Se trataba de los tubos de aireación de las cocinas y baños. El movimiento soltaba estos aparatos y las lluvias por venir podrían entrar por la rendija. Esta remoción pudo haber ocurrido en los pernos que afirmaban la escultura de la Loba Capitolina a su pedestal y ladrones enterados de este desperfecto pudieron sacarla con facilidad.
La consecuencia de este robo, la ineficiencia de la investigación policial y la repentina valoración de parte de las autoridades hizo noticia; noticia que llegó hasta la embajada de Italia y concluye con un regalo de una réplica exacta a la ciudad. El gesto del presente no es de la nación italiana, sino del embajador. Al menos esto se desprende de las informaciones en la prensa escrita.
Revisando el período del siglo pasado cuando la comunidad italiana talquina gestiona que el gobierno de Mussolini regale esta escultura, puede inferirse que es producto del entusiasmo fascista inmediatamente anterior a la declaración de la segunda guerra mundial. Desconocemos las razones por las que se emplazó en las afueras de la estación de ferrocarriles; si la sospecha la llevamos al manifiesto futurista, respaldo cultural del fascismo, comenzamos a entender.
De este acontecimiento, han pasado setenta años. En las décadas posteriores la comunidad italiana no vuelve a manifestar una presencia pública similar. Uno podría inferir que se empobreció, desanimó, achunchó, o no hubo un movimiento político entusiástico como el fascismo.
Para el fascismo italiano, el mito de Rómulo y Remo hubo de congregar una relevancia que se nos diluye, desde la comprensión histórica, en nuestra periferia. Es decir, al contenido de ese signo escultórico no logramos descubrirle el valor con que lo reviste la coyuntura político-histórica de los años treinta.
En la actualidad, con el obsequio de la réplica, el signo vuelve a llegar despojado de su contenido. Ahora, sólo se le adscribe el valor nostálgico de la postal urbana, que, siguiendo la lectura del despojo, no tiene una versión gráfica. La ciudad no dispone de una postal que divulgue ese des-almado patrimonio cultural.

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