
Ante la justa electoral de diciembre de 2009, un senador en ejercicio, candidato a la reelección, visita y saluda, en sus puestos de trabajo, al electorado femenino en el Día de la Mujer.
Entra a las oficinas de una repartición pública y a cada una va regalando una flor.
¿Dónde aparece lo contradictorio, lo disruptivo, en este mensaje?
La contradicción está presente: la rosa es de plástico.
Sucintamente, lo que el senador está haciendo en tan combativa conmemoración es borrar con el codo lo entregado con la mano.
El gesto está mal estibado: una carga de aparente buena intención galante se enfrenta a la demostración de torpeza, cuando no supina estupidez, desprolijidad en el trato, desatención y perversión del código del romántico lenguaje de las flores.
Al revés del registro de Acción Sentimental de Gina Pane, aplastando contra su antebrazo una rosa con tallo y espinas -provocándose pequeños sangramientos-, la acción política del senador lesiona la moral del homenaje a la mujer y menoscaba su auto-percepción.
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