lunes, 26 de enero de 2009

Conversaciòn con Reinaldo Villar


Conversación con Reinaldo Villar en la Biblioteca Regional el día viernes 19 de diciembre de 2oo8.-
Cuando estoy contemplando una exposición de fotógrafos nacionales, Reinaldo Villar aparece y conversamos. Me cuenta de su beca a España por un período de cuatro años. Le digo que me parece bien que por fin se ponga a estudiar y a escribir y deje de ser el holgazán que ha sido todos estos años. (En el año ochenta y siete, él estaba realizando un magíster en la Universidad de Chile. Le fiché libros para que pudiera terminarlo. No lo terminó. Lo ayudé con la esperanza que surgiera alguien que hiciera una escritura de arte). Como respuesta, él me dice que ha hecho cosas. Dice que colaboró con la ejecución de la Primera Feria de las Artes para que fuera realidad. Esto lo da como un ejemplo de cosas que ha hecho.
Después me cuenta de la Feria de las Artes. Le digo que leí atentamente el escrito que publicara en el folleto de difusión- él dice que es el mismo que entregarán en el catálogo-.Me formé la opinión de que corresponde a un escrito de un periodista cultural informado. Y planteo que adolece de una lectura que incorpore un descubrimiento o un avance a la reflexión local. El dice que nunca tuvo esa pretensión, que, por otra parte, las gestoras le condicionaron la cantidad de espacio. También los plazos de entrega. Agrega que tampoco aceptaron el ofrecimiento que Rolando Cisternas y Simón Fuentes habían hecho, con el objeto de asegurar la calidad del catálogo. En su tentativa de eficiencia funcionaria no aceptaron sugerencias que pudieran darle otro giro. A las gestoras lo único que les importaba era cumplir con los plazos que les imponía el Fondart. En este aspecto no querían fallar. Después cuestiona mi objeción a su escrito, al mencionarle que no aportaba nada a la renovación de una reflexión estética local, poniendo en duda la efectividad de ciertas lecturas, y cita a Richard, Mellado y otros.
Después reflexiona que no todas las cosas se cumplen con las expectativas con las que suele comenzar una experiencia. Las situaciones imponen que se acomode el sujeto para que los acontecimientos resulten de una vez, o persistan.
La conversación giró hacia otras cuestiones que no viene al caso consignar. No obstante, esto mantiene relación con un encuentro con Rolando Cisternas el día viernes 14 de Noviembre; almorzamos juntos y él se preguntó a pito de qué venía esta Feria de las Artes, donde a él le habían ocurrido pequeñas tragedias (quiso dar una charla y no resultó por razones de la administración de la Feria; en el lugar del encuentro habían robado instrumental que requería para la charla. A estos percances, se agregaba el disgusto de haber destinado esa fecha para viajar desde Santiago a Curicó y encontrarse con la imposibilidad de llevar a cabo la actividad, por lo tanto, dinero de pasajes perdido, sumado al gasto de materiales). Mi hipótesis, le dije, es que me parecía que correspondía a un golpe de timón con el objeto de desmarcarse de la anterior administración. Y, por otra parte, el pago de honorarios era conveniente si el artista ya disponía de una obra antes de la invitación-convocatoria. Y nada más. A este respecto, Cisternas había gastado casi la totalidad de sus honorarios en la realización de su obra. El planteó que, junto a Simón Fuentes, había ofrecido su colaboración a las gestoras para mejorar y potenciar el catálogo de la Feria. De ello esperaban respuesta de ello en esa fecha.
Lo que surge a la base, y se verifica, es la relación de las curatorías cortesanas ante el aparato cultural estatal, donde la cortesanía va de capitán a paje. El curador es cortesano de las gestoras, y éstas de los estamentos culturales estatales.
También se presenta la estructura férrea de poder, por cuanto la operatividad no acepta flexibilidad de ninguna naturaleza y en ningún aspecto, como si el activismo cultural debiese quedar subordinado en todos sus aspectos al cumplimiento burocrático.
Este primer evento, que involucra a una corporación cuya oferta está dirigida a una ciudad, por tanto debe satisfacer las necesidades de la cultura de masas y de la cultura popular, pareciera aparecer constituyéndose en una suerte de aplanadora de los discursos y sentidos de las propuestas de obra de los protagonistas de la producción artística adscrita a modalidades del arte contemporáneo. La cultura ferial exige disciplinamiento de los agentes culturales, porque de lo contrario desentonaría y no estaría a acorde con los códigos, silenciados para la ciudadanía, de la administración neoliberal.

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